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Placez la chanson, s'il te plaît

  • Foto del escritor: Alejandro Forero
    Alejandro Forero
  • 5 abr 2024
  • 2 Min. de lectura

“Ver con la imaginación o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio de la escritura.” Annie Ernaux


El frío de Bogotá parece congelar lo profundo de mis entrañas; es un sentimiento áspero e inconsciente, pero agresivo. Por más que intentemos distanciarnos, está presente y no podemos alejarnos de él. Mientras la ciudad parece estar congelada por la melancolía, en medio del hielo surge un poco de calor que puede comenzar a purificar los sentimientos del corazón.


Hace mucho tiempo que el amor empezó a escasear por los rincones de esta urbe capitalina. Pocos lo han visto o, entre tanta inseguridad, parece que las personas lo protegen porque otros ya los han robado y los han dejado tirados por el pavimento.

 A mí me lo robaron hace unos años, y recuperarlo fue una experiencia desafiante. No quería volver a perderlo, por eso lo escondí bien, al igual que cuando salgo a la calle con mi teléfono celular.


Pero, así como el teléfono celular suena y llama en ocasiones, así es el amor. El cariño y la compasión estremecen nuestro ser y no nos permiten apartarlos, ni mucho menos dejar de contemplar la belleza y emoción que atraen.


Hace un tiempo, tomé la decisión de estar solo. Mi única compañía son los libros y la felina que se trepa en mi cabeza y descansa sobre mis hombros. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que ese era el amor más sincero que podía experimentar.

Vivimos en una sociedad individualista, donde nadie quiere ofrecer un poco y simplemente nos rodeamos, en ocasiones, de personas egoístas y mentirosas, atrapadas en su propio ensimismamiento. Así como estamos rodeados de tanto frío, de tanto silencio y de una profunda melancolía, aparecen pequeñas llamas de fuego que pueden purificar nuestros oídos y encender nuestras almas.


Llevo una semana experimentando una emoción extraña y particular hacia una figura enigmática, de cabellos crespos y figura alta, con manos delgadas. Esta figura llegó a mi vida en silencio, pero con la capacidad de aturdir mi mente y mis pensamientos. Es extraño saber que, en esos momentos de soledad y vacío, en otro rincón del planeta, haya una figura que tal vez necesite de mi compañía, esa compañía que otros han despreciado, que no comprenden y que, en varias ocasiones, han querido desafiar, destruir y cambiar.


Cuando estaba aturdido y desorientado, decidí pedirle que colocara una melodía, por favor. Fue entonces cuando mi corazón se expandió, mis ojos empezaron a brillar y la cefalea desapareció. Comprendí que, por más miedo que podamos tener a la distancia, a través de la siguiente pieza, podemos estar en compañía de alguien que también se siente identificado con una melodía.


No es fácil soltar personas, momentos y lugares, pero cuando tenemos la voluntad de pensar en nosotros, de tomar la decisión de ser felices, es entonces cuando decimos: es momento de cambiar a la siguiente canción.

 



 
 
 

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