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El dolor en los cambios

  • Foto del escritor: Alejandro Forero
    Alejandro Forero
  • 14 jun 2024
  • 3 Min. de lectura

Por: Manuel Alejandro Forero Torres


"Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados”.

Jorge Luis Borges


Llevo mucho tiempo sintiéndome respaldado en la escritura y la lectura. Se han convertido en dos armas feroces que han salvado mi vida, mi alma y mi corazón, pero hay momentos en que esos lugares se convierten en escenarios comunes y poco interés logro encontrar en ellos.


Hoy es un día como esos. Siento que mi corazón está desgastado y se comienza a descargar como la pila de mi celular. Eso me llena un poco de miedo, de tristeza y de ansiedad. Comienzo a generar escenarios caóticos donde siento que la vida se me va de las manos y me convierto simplemente en un idiota útil.


Quisiera comenzar a hacer una y otra pregunta para saber cómo solucionar esas voces internas que me rodean, que me asfixian y que me aprietan el cuello casi hasta el punto de ahorcarme. Me encuentro en un callejón sin salida y es el momento de comenzar a tomar decisiones, pero siento que cada vez que lo hago no tomo las mejores y mi actitud comienza a tornarse gris hasta llegar al punto de convertirme en un sujeto oscuro, invisible y silencioso.


Esta semana intenté buscar todas las respuestas que quería tener, pero sobre todo me di cuenta de que tengo que restaurar mi pasado para poder ver con esperanza mi futuro.


Cuando era pequeño, tuve que aprender ferozmente a ser una persona autónoma. Eso generó la confianza de las personas responsables que estaban a mi alrededor. Mi única responsabilidad era cumplir con mis deberes académicos y eso lo tengo tan interiorizado que lo he reservado como un acto sagrado. Todo lo que asfixia mi conocimiento es un evento místico, pero también un acto de responsabilidad.


Pero por más que amo la academia, no puedo convivir con ella, no puedo salir a comer helado con ella o acostarme en las noches frías en su compañía. Hoy me siento triste, he cometido el error de idealizar el amor, de vivir en las historias ficticias que he leído y los romances que he visto en la televisión.


Me parece atrevido pensar que esas relaciones amorosas no me pertenecen, que nunca voy a sentirlas, sino que al contrario, me quedaré solo, que nadie me dará la oportunidad de amar. Y en el fondo lo necesito. Sólo podría convivir por un tiempo, pero como me lo dijo alguien esta semana, los seres humanos estamos hechos para vivir en manada.


¿Será que le tengo miedo a la soledad? ¿Será que estoy equivocado? ¿Será que llegó el momento de morir? He intentado construir relaciones de pareja, pero son complejas en la sociedad en la que vivimos. Todo el mundo tiene miedo, nadie quiere sufrir, y yo sufro porque estúpidamente creo que quiero sufrir por amor, porque el dolor se convierte en una experiencia inherente que por más que la evitemos siempre va a estar ahí.


Huir de los problemas parece una solución, pero no lo es, a pesar de que cuando siento dolor lo primero que hago es desaparecer, silenciarme, apagar mi voz, mi escritura y mis pensamientos. Y en el mundo en el que compartimos este escenario parecería un problema de segundo plano, pero no lo es. Hoy les confirmo que mi dolor es aterrador, que mi corazón a veces quisiera dejar de latir, que está cansado de vivir en un mundo de mentiras, como dice la canción. Una esperanza dentro de mí me dice que entre tantas personas en el mundo alguien quisiera tener empatía conmigo, mirarme a los ojos y decirme: "No estás mal".


Y solamente con ese 1% de esperanza estoy convencido de que vale la pena levantarme en la mañana, respirar profundo, mirar al cielo y pensar que vale la pena seguir existiendo.




 
 
 

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