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Enfrentando a mis demonios

  • Foto del escritor: Alejandro Forero
    Alejandro Forero
  • 10 jun 2024
  • 3 Min. de lectura

Por: Manuel Alejandro Forero Torres


“Me bajaron de la camilla. Lo veía todo borroso; no llevaba las gafas puestas. Los antibióticos y la sangre fría de la primera parte de la noche no habían servido para nada. Al final, había acabado en el hospital. Tenía la sensación de haber actuado bien hasta la hemorragia. Intentaba saber qué era lo que había hecho mal; probablemente no debíamos haber cortado el cordón. Ya no controlaba nada. Siento que ocurrirá lo mismo cuando este libro esté acabado. Mi determinación y mis esfuerzos, todo este trabajo secreto, incluso clandestino en la medida en que nadie sospeche lo que estoy escribiendo, desaparecerán de pronto. No tendré ningún poder sobre mi texto, que será expuesto como mi cuerpo en el hospital”.

Annie Ernaux


Del amor y otros demonios ha sido uno de los libros más sensibles que he tenido la oportunidad de leer. No sé si fue en ese momento cuando me di cuenta de que el amor era una experiencia traumática, difícil y caótica.


¿Por qué será tan difícil el amor?, ¿Por qué no logramos entenderlo?


Son muchos los interrogantes con los que me despierto cada mañana. A veces siento que es un mal profundo que nos carcome diariamente. La primera vez que me enamoré nunca la voy a olvidar. Fue un ser humano que intentó empujarme hacia la cornisa para hacerme caer porque el sentimiento, las caricias y las emociones eran únicas, y me ha costado mucho olvidarlas a pesar de que ya las veo con indiferencia y, en muchas ocasiones, incluso con asco, porque fueron de una persona que nunca debía haber permitido que se me acercara.


Prácticamente me había enfrentado al mal de frente, pero estaba convencido de que, después de haber sido abrazado por un ser tan repulsivo y monstruoso, me tendría que enfrentar nuevamente a varios demonios a mi alrededor, como ese que me acaricia de vez en cuando en la oficina como si fuera un perro al que le da contentillo de vez en cuando y lo mira con indiferencia.


O ese que busco cuando estoy haciendo ejercicio y me sonríe y desdibuja un aliento un poco salado, pero que en el fondo lo único que quiere es tenerme presente para cuando me necesite, no para cuando yo lo necesite.


Y el que siempre ha estado ahí, nunca tiene tiempo porque es esclavo de su trabajo, de su vida cotidiana, de su hambre académico y su estabilidad económica. ¿Y dónde quedo yo al final del día? Como diría mi madrina, "solo en un cuarto", pero solo conmigo mismo, con esa figura que veo en el espejo: alto, de ojos saltones y cabellos finos.


¿Por qué deseo tanto estar enamorado, sentir el abrazo de alguien, apretar la mano con fuerza y besar unos labios carnosos? Será por el hecho de que no puedo besarme a mí mismo, abrazarme y darme consuelo en las noches frías donde la tormenta se vuelve exuberante y me aterra el ruido de la lluvia que golpea mi ventana.


Cuando veo a esos demonios a mi alrededor, que me buscan, que me excitan, que me desean, me lleno de terror porque soy un mortal al lado de sus brazos. Porque es el calor, la fuerza de esos brazos y el beso en la mejilla, bajando por el elevador, lo que me desarma, lo que me vuelve estúpido y no me permite pensar más allá de su físico.


¿Qué debo hacer ahora?


No lo sé y quisiera saberlo. Tal vez he repetido una serie de patrones, encontrando las mismas personas lastimadas y despreciadas, pero no logran darse cuenta de que me están despreciando a mí también, así como fueron despreciadas, engañadas, maltratadas, escupidas.


Quisiera pensar que estoy equivocado, pero no lo es. Cuando veo cada uno de esos demonios que me atormentan a veces en las noches, me doy cuenta de que son similares, que debo exorcizarlos, alejarlos, abatirlos, porque si no, acabarán conmigo.

Puede que ninguno de ellos lea este texto, porque simplemente no saben leer y cuando una persona no sabe leer está convencida de lo que dice y de lo que hace. Tal vez esa es la diferencia entre ellos y yo, y por eso he logrado encontrar una salida.




 
 
 

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